Cuando el otro mira mi herida

«Tú eres capaz de entender mejor tu herida cuando otro la ve»

Esta frase encierra una verdad fundamental en los procesos terapéuticos, de crecimiento personal y en cualquier relación profundamente humana: No sólo necesitamos hablar, necesitamos ser escuchados de verdad.

Y cuando el otro no responde con consejos vacíos ni con juicios, sino que simplemente permanece presente, ahí sucede la alquimia:

Al nombrar la herida el dolor se organiza y la historia encuentra un lugar. Eso no significa que el dolor desaparezca, significa que la herida deja de definirte en silencio, y que ahora no la llevas tu solo, ya hay alguien más acompañándote en ese proceso,  y justo ahí se da el punto de partida para comenzar un camino de reconstrucción interna.

Cuando nos atrevemos a narrar nuestro dolor y encontramos una mirada que lo sostenga, algo cambia para siempre en nosotros. La conexión humana y la empatía son factores claves en la recuperación de cualquier vivencia negativa. Múltiples estudios en trauma han confirmado lo que ya la sabiduría humana había planteado: no sanamos solos. Las heridas emocionales más profundas no sólo necesitan tiempo, sino también contacto; nacemos con una necesidad biológica de vinculación y cuando sufrimos, nuestro sistema emocional busca naturalmente una figura segura de apoyo. Esta experiencia relacional puede llegar a modificar significativamente la forma en que nuestro cerebro procesa el sufrimiento.

Por el contrario, el dolor no compartido se convierte en soledad, y esa soledad termina intensificando el trauma, por eso el ser escuchados y recibir una adecuada contención marca la diferencia entre una herida que se arraiga y una que empieza a sanar.

Aunque no estemos buscando respuestas, el abrirnos a contar nuestras heridas nos permite comprenderlas mejor y abrazarlas sin miedo.

Rumi decía, «es por la herida por donde entra la luz»

Narrar lo vivido nos reconcilia con nuestra historia. Pasamos de ser víctimas pasivas del dolor, a convertimos en protagonistas conscientes de nuestra transformación. No es un camino fácil, pero sí profundamente liberador…
y sobre todo profundamente humano.

Hablar de lo que te dolió no es revivirlo, es resignificarlo, y aquí empezamos juntos ese camino.

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1 comentario en “Cuando el otro mira mi herida”